domingo, 16 de mayo de 2010

Indudable necesidad.

En un mundo donde hay poco espacio para las emociones y poco tiempo para preocuparnos de nosotros mismos es preciso que hagamos de la música nuestra socia cotidiana lo más pronto posible. Tanto por su naturaleza expresiva, como por la influencia que puede tener en el desarrollo de nuestro cerebro y en nuestro estado de ánimo, la música es sin duda una de las mejores formas de aprovechar al máximo el poco tiempo que tenemos.
He sido testigo, como muchos, del cambio que una vida “musicalmente activa” puede significar en nuestra rutina diaria y creo que, si todos nosotros hiciéramos de la música un elemento indispensable en nuestra vida y reconociéramos la importancia de los cambios que puede lograr en nosotros, seríamos incapaces de volver a los días en que nuestro entorno acústico era nada más que un conjunto de ruidos desordenados, en lugar de un mundo de melodías armónicas.

Música y expresión.

Otro de los tantos beneficios que la música puede entregarnos para facilitar nuestra vida es su importante papel como medio de expresión. Lamentablemente, poco a poco nuestro mundo ha ido dejando en segundo plano este tipo de interacción.
En mi opinión, la falta de comunicación es una de las peores enfermedades de nuestra sociedad actual. Por supuesto, no hablo de aquella que ha dado paso a la globalización, concepto del cual hoy en día se habla tanto alrededor del mundo entero, más bien, me refiero a aquel tipo de comunicación que implica exteriorizar nuestras emociones y sentimientos.
Hemos olvidado la  importancia de expresar lo que hay en nuestro interior, por el contrario, la mayoría de las veces creemos que mientras menos sepan los demás de  nosotros es mejor, y esta idea es completamente errada. Se ha comprobado que “la expresión de los sentimientos está relacionada con una buena salud y bienestar psicológico, tal como demuestran numerosos estudios”. Muchas de las enfermedades emocionales que sufren algunas personas son gatilladas por la incapacidad, o bien dificultad que tienen para comunicarse con los demás, es por esto que, si deseamos tener una vida emocionalmente sana, es indudablemente necesario expresar constantemente lo que sentimos.
Pero, la verdad es que, aun cuando queremos hacerlo, no siempre encontramos las palabras para decir lo que sentimos, esto tal vez se debe a que cuando nuestra intención es expresar un algo, lo que en realidad intentamos es que el receptor de nuestro mensaje sienta lo que nosotros sentimos para que pueda entenderlo a plenitud, ¿no es así?, sin embargo, las palabras, a diferencia de la música, muy pocas veces nos ayudan a lograr este objetivo. Es aquí donde la música puede salir nuevamente a nuestro rescate.
Los múltiples atributos de la música y su importancia en el desarrollo del hombre en un tema que muchos de nosotros conocemos, o, al menos, sobre el cual hemos escuchado alguna vez. Desde la antigüedad, las grandes civilizaciones, es decir, las que se consideran como las más desarrolladas de sus tiempos, ya reconocían que la música debía ser una parte importante del ‘todo del hombre’. En la antigua Grecia, por ejemplo, “Hasta los filósofos se ocuparon de la música, atribuyéndole un significado psicológico y espiritual sobre el alma humana”, tal como en muchas otras de las antiguas culturas.
Aun sin ir tan lejos en el tiempo, encontramos en la actualidad pequeñas luces de que la música sigue teniendo gran importancia en algunos lugares, por lo menos en culturas que mantienen sus tradiciones prácticamente intactas a través del tiempo, como es el caso en Lesotho, lugar donde se realizaron algunos estudios y se descubrió lo que nos cuenta Daniel Levitin en la introducción de su libro “El cerebro y la música”:
Jim Ferguson, profesor de antropología […] Para su tesis doctoral en Harvard, hizo trabajo de campo en Lesotho, una pequeña nación rodeada por Suráfrica. Allí estudió e interactuó con los aldeanos locales, y se ganó pacientemente su confianza, hasta que un día le pidieron que participase en una de sus canciones […] cuando los sotho le pidieron que cantara, Jim dijo en voz baja: «Yo no sé cantar» […] A los aldeanos esta objeción les pareció inexplicable y desconcertante. Ellos consideraban que cantar era una actividad normal y ordinaria que todo el mundo realizaba, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, no una actividad reservada a unos pocos con dones especiales. 

La música ha sido, sin duda, una de las formas de expresión más utilizadas por el hombre a través del tiempo. “No ha habido ninguna cultura humana conocida, ni ahora ni en cualquier época del pasado de que tengamos noticia, sin música”, nos dice Daniel Levitin en el libro que mencioné anteriormente. Tal vez porque se trata de una cualidad intrínseca del hombre, o quizá porque se habla de ella como la más abstracta de las artes, la música ha sido siempre la forma más recurrente de exteriorizar nuestros sentimientos y emociones.
He mencionado ya que la música tiene propiedades capaces de provocar emociones y evocar sentimientos, es por esto que este medio se convierte en el más apropiado para  comunicar nuestros sentimientos en muchas ocasiones ¿Cómo podríamos expresar algo tan indefinido, como lo es por ejemplo el amor, manteniendo prácticamente intacta su condición inmaterial, si no es a través de una melodía? En este caso, hablamos de un sentimiento provocado nada menos que por la liberación de endorfinas, las llamadas ‘hormonas de la felicidad’ y, como expliqué en una de las publicaciones anteriores, la música también es capaz de generar este proceso biológico en nuestro organismo. Entonces, no hay duda de que si queremos decirle a alguien cuanto lo amamos, y pretendemos que en realidad entienda lo que sentimos, no hay mejor forma de hacerlo que con música.
 Este mismo principio se aplica a todo tipo de emociones, pues existe un sin fin de diversas composiciones y estilos musicales que, por supuesto, representan diferentes sentimientos. Definitivamente, tenemos frente a nosotros, y al alcance de nuestras manos, una poderosa herramienta de expresión, por lo tanto no podemos justificar la falta de comunicación con decir que ‘no encontramos palabras’.

Música e intelecto.

Sabemos ya que nuestro organismo responde a los estímulos de ciertas ondas sonoras, pero ahora me referiré a los efectos que la música puede tener en nuestro desarrollo intelectual, los cuales no son menores.
A través de varios estudios científicos, se ha llegado a la conclusión de que los estímulos acústicos adecuados son incluso capaces de aumentar temporalmente el coeficiente intelectual de la persona expuesta ellos, lo cual es conocido como “efecto Mozart”.
Además, cuando la participación musical es activa, es decir, cuando se aprende a tocar algún instrumento musical, los efectos positivos de la música en capacidades cognitivas de una persona se hacen permanentes, pues el hecho de aprender sobre los aspectos técnicos de la música implica una serie de actividades neurológicas simultáneas que ejercitan nuestro cerebro.
Diariamente nuestra rutina nos impone requerimientos, ya sea en el trabajo, en la universidad, en el colegio, etcétera, que pueden fácilmente dejarnos exhaustos al terminar la jornada, lo cual hace absolutamente necesario que tengamos un cerebro lo más activo posible y una buen forma, si no la mejor, de ejercitar nuestra mente y, al mismo tiempo, descansar es escuchar música adecuada para ello.
En un mundo en que el tiempo es tan escaso, no podría haber mejor forma de aprovecharlo que esta.


Música y buen ánimo.


Nuestra mente es como una máquina que funciona a partir de estímulos y, dependiendo del tipo de estímulos que recibe, puede funcionar bien o mal. ¿A quién de nosotros le agrada el sonido del tráfico por la mañana? Más bien, nos pone de ‘mal humor’, y existe una explicación científica para esto.
Se ha comprobado que los sonidos son capaces de generar reacciones biológicas en nuestro organismo cuando nuestro cerebro se ve expuesto a este tipo de ondas. Dichas reacciones pueden ser positivas o negativas, lo cual obedece al tipo de ondas sonaras que recibimos.
En su libro “Musica y Neurociencia: La musicoterapia, sus fundamentos, efectos y aplicaciones terapéuticas”, Jordi A. Jauset Berrocal, reconocido Ingeniero de Telecomunicación nos explica cómo “La música es capaz de provocar emociones relacionadas, en parte, con diversos parámetros de su estructura musical”, siendo dichos parámetros el ritmo, la melodía, la armonía y el volumen, entre otros.
  Para demostrar la gran importancia que tiene la música como nuestra indispensable compañera debo primero mencionar los efectos negativos que puede tener la inmensa cantidad de  sonidos desagradables que nos rodean constantemente.
Como he expresado anteriormente, nuestra querida cuidad es nada menos que uno más de los tantos centros urbanos de que se han convertido en una ensalada de ires y venires, transporte público, smog y ruido, lo cual es en definitiva un tentempié desagradable para todos aquellos que diariamente nos vemos envueltos en esta peculiar mezcla.
Son muchos los factores que pueden hacer de nuestra vida en la ciudad un tanto difícil, sin embargo me enfocaré en uno de ellos.
La razón de nuestra aversión hacia el sonido del tráfico matutino es muy simple; Jauset menciona también menciona en su libro que, de entre todos los parámetros musicales estudiados, que más nos afecta es el volumen, es por eso que aun nuestra canción favorita puede volverse insoportable a un volumen demasiado alto ¿Qué tiene que ver esto con nosotros?
Según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “el 76% de la población que vive en las grandes ciudades sufre un impacto acústico muy superior al recomendable”, lo cual tiene consecuencias muy problemáticas, tanto en la vida de cada persona expuesta a dicho impacto como en la sociedad en que vive, tal como se menciona en un reconocido periódico argentino, “sus habitantes sufren de estrés, irritabilidad, hipertensión, taquicardias, fatiga, sordera, aceleración cardíaca, problemas del sueño, molestias digestivas y disminución de la capacidad sexual, al tiempo que contribuye al aumento de accidentes” Todas ellas enfermedades que definitivamente ninguno de nosotros desearía tener, pero que, no obstante, nos asechan cada día.
¿Cómo podemos evitarlo? La única manera es combatir fuego contra fuego.
Así como los ruidos desagradables pueden afectar nuestro organismo de manera negativa, también las melodías armoniosas tienen la capacidad de influir en nuestro estado de ánimo y desenvoltura, pero, esta vez, generando respuestas positivas.
Siguiendo con la referencia anterior, haré alusión al parámetro musical del ritmo, sobre el cual Jauset expone lo siguiente: “Sonidos rítmicos con tambores, de instrumentos de percusión, generan la producción de endorfinas, dopamina, acetilcolina y oxitocina originando un estado eufórico”. Dichas secreciones tienen en común su función como ‘neurotransmisores’ en el cuerpo humano, es decir, sustancias químicas que transmiten información con el propósito de generar una reacción determinada. En el caso de la endorfina y la dopamina, hablamos de neurotransmisores que provocan relajo y sensación de bienestar, mientras que la acetilcolina es un estimulador de la masa muscular y la oxcitocina es responsable de que sintamos placer sexual. Este es sólo un ejemplo de cómo la música puede influir en nuestro estado anímico, sin embargo existen muchos otros.
Es innegable que la música tiene importantes efectos en nuestras sensaciones y reacciones; seguramente, de alguna u otra forma, todos hemos sido testigos de que determinados estímulos acústicos son capaces de generar en nosotros ciertas respuestas; algunas veces incluso nos llevan a evocar emociones, sentimientos y aun recuerdos, producto de procesos biológicos que tienen lugar en nuestro cerebro como respuesta a estos sonidos.
En mi caso, si es que aún es necesario un ejemplo más práctico respecto a esto, no puedo evitar pensar en el envolvente ritmo de los tambores en una samba brasileña al hablar de sensaciones provocadas por sonidos que ponen los pelos de punta ¿Quién es capaz resistir el incontenible deseo de mover los pies al escucharlo? Yo no.  
En un mundo donde se nos exige rendir al máximo en todos los ámbitos y a cada momento de nuestra vida, es indispensable que aprendamos a mantener un enfoque positivo y, sobre todo, a vencer en la lucha contra en estrés y el mal humor que no parece siquiera considerar el darnos tregua. Si bien algunas veces puede parecer que todo a nuestro alrededor es parte de una conspiración para evitar que seamos vencedores, siempre tendremos de nuestro lado la más poderosa de las armas, la infaltable música.



martes, 11 de mayo de 2010

Música, poderosa aliada.

Día a día, la mayoría de nosotros, despertamos antes de que salga el sol, comemos lo más rápido posible y salimos apurados a cumplir con nuestros deberes cotidianos, sabiendo que algunos minutos más tarde estaremos completamente inmersos en un mundo de obligaciones y, por supuesto, en una ‘micro’ repleta de pasajeros.   
Nuestra sociedad gira en torno a la competencia; desde los más pequeños hasta los más grandes, todos nos vemos envueltos en un ambiente de ajetreo constante y de grandes exigencias mientras cada día nuestros sentidos son bombardeados por una cantidad abrumadora de información.
Inevitablemente somos receptores de un sinfín de imágenes, sabores, olores y, sobre todo, ruidos que constantemente se agolpan en nuestro cerebro, llevándolo hasta el límite.
Debido a todo esto, nos resulta casi imposible encontrar el tiempo para reflexionar, o para simplemente descansar…
Sin duda, necesitamos toda la ayuda posible para sobrellevar tales cargas. Necesitamos encontrar la manera de mantener nuestro cerebro en buena forma y nuestro ánimo siempre arriba y es aquí donde la música puede entrar como nuestra poderosa aliada y, más aun, defensora.

¿Qué tan fecuentemente eschuchas música de tu agrado?