domingo, 16 de mayo de 2010

Música y buen ánimo.


Nuestra mente es como una máquina que funciona a partir de estímulos y, dependiendo del tipo de estímulos que recibe, puede funcionar bien o mal. ¿A quién de nosotros le agrada el sonido del tráfico por la mañana? Más bien, nos pone de ‘mal humor’, y existe una explicación científica para esto.
Se ha comprobado que los sonidos son capaces de generar reacciones biológicas en nuestro organismo cuando nuestro cerebro se ve expuesto a este tipo de ondas. Dichas reacciones pueden ser positivas o negativas, lo cual obedece al tipo de ondas sonaras que recibimos.
En su libro “Musica y Neurociencia: La musicoterapia, sus fundamentos, efectos y aplicaciones terapéuticas”, Jordi A. Jauset Berrocal, reconocido Ingeniero de Telecomunicación nos explica cómo “La música es capaz de provocar emociones relacionadas, en parte, con diversos parámetros de su estructura musical”, siendo dichos parámetros el ritmo, la melodía, la armonía y el volumen, entre otros.
  Para demostrar la gran importancia que tiene la música como nuestra indispensable compañera debo primero mencionar los efectos negativos que puede tener la inmensa cantidad de  sonidos desagradables que nos rodean constantemente.
Como he expresado anteriormente, nuestra querida cuidad es nada menos que uno más de los tantos centros urbanos de que se han convertido en una ensalada de ires y venires, transporte público, smog y ruido, lo cual es en definitiva un tentempié desagradable para todos aquellos que diariamente nos vemos envueltos en esta peculiar mezcla.
Son muchos los factores que pueden hacer de nuestra vida en la ciudad un tanto difícil, sin embargo me enfocaré en uno de ellos.
La razón de nuestra aversión hacia el sonido del tráfico matutino es muy simple; Jauset menciona también menciona en su libro que, de entre todos los parámetros musicales estudiados, que más nos afecta es el volumen, es por eso que aun nuestra canción favorita puede volverse insoportable a un volumen demasiado alto ¿Qué tiene que ver esto con nosotros?
Según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “el 76% de la población que vive en las grandes ciudades sufre un impacto acústico muy superior al recomendable”, lo cual tiene consecuencias muy problemáticas, tanto en la vida de cada persona expuesta a dicho impacto como en la sociedad en que vive, tal como se menciona en un reconocido periódico argentino, “sus habitantes sufren de estrés, irritabilidad, hipertensión, taquicardias, fatiga, sordera, aceleración cardíaca, problemas del sueño, molestias digestivas y disminución de la capacidad sexual, al tiempo que contribuye al aumento de accidentes” Todas ellas enfermedades que definitivamente ninguno de nosotros desearía tener, pero que, no obstante, nos asechan cada día.
¿Cómo podemos evitarlo? La única manera es combatir fuego contra fuego.
Así como los ruidos desagradables pueden afectar nuestro organismo de manera negativa, también las melodías armoniosas tienen la capacidad de influir en nuestro estado de ánimo y desenvoltura, pero, esta vez, generando respuestas positivas.
Siguiendo con la referencia anterior, haré alusión al parámetro musical del ritmo, sobre el cual Jauset expone lo siguiente: “Sonidos rítmicos con tambores, de instrumentos de percusión, generan la producción de endorfinas, dopamina, acetilcolina y oxitocina originando un estado eufórico”. Dichas secreciones tienen en común su función como ‘neurotransmisores’ en el cuerpo humano, es decir, sustancias químicas que transmiten información con el propósito de generar una reacción determinada. En el caso de la endorfina y la dopamina, hablamos de neurotransmisores que provocan relajo y sensación de bienestar, mientras que la acetilcolina es un estimulador de la masa muscular y la oxcitocina es responsable de que sintamos placer sexual. Este es sólo un ejemplo de cómo la música puede influir en nuestro estado anímico, sin embargo existen muchos otros.
Es innegable que la música tiene importantes efectos en nuestras sensaciones y reacciones; seguramente, de alguna u otra forma, todos hemos sido testigos de que determinados estímulos acústicos son capaces de generar en nosotros ciertas respuestas; algunas veces incluso nos llevan a evocar emociones, sentimientos y aun recuerdos, producto de procesos biológicos que tienen lugar en nuestro cerebro como respuesta a estos sonidos.
En mi caso, si es que aún es necesario un ejemplo más práctico respecto a esto, no puedo evitar pensar en el envolvente ritmo de los tambores en una samba brasileña al hablar de sensaciones provocadas por sonidos que ponen los pelos de punta ¿Quién es capaz resistir el incontenible deseo de mover los pies al escucharlo? Yo no.  
En un mundo donde se nos exige rendir al máximo en todos los ámbitos y a cada momento de nuestra vida, es indispensable que aprendamos a mantener un enfoque positivo y, sobre todo, a vencer en la lucha contra en estrés y el mal humor que no parece siquiera considerar el darnos tregua. Si bien algunas veces puede parecer que todo a nuestro alrededor es parte de una conspiración para evitar que seamos vencedores, siempre tendremos de nuestro lado la más poderosa de las armas, la infaltable música.



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